En la década de 1930 se produjo el relevo generacional en la alta dirección del banco, con la llegada a la presidencia del consejo en 1932 de una figura central en la historia de la entidad: Pablo Garnica Echevarría (1876-1959). Al igual que los dos anteriores presidentes, Gómez-Acebo y García-Prieto, Garnica era una figura destacada del Partido Liberal, al que representó en varias legislaturas como diputado, detentando cartera ministerial por dos veces entre 1918 y 1920.
En 1919 había ingresado en el consejo de Banesto como vocal y en 1923 era designado consejero delegado. Con él ya en la presidencia, el cargo de consejero delegado sería desempeñado por uno de sus más estrechos colaboradores: el banquero soriano Epifanio Ridruejo Botija (1899-1986). El tándem Garnica-Ridruejo enfrentó las difíciles circunstancias de la Guerra Civil, cuando—como la mayor parte de las sociedades bancarias con implantación nacional e incluso la misma moneda nacional—Banesto quedó dividido en dos entidades que tributaban reconocimiento a cada uno de los bandos en liza. La organización operante en la zona sublevada reconstituyó su consejo de administración en la ciudad de Burgos—donde se había localizado también la sede de la Junta Técnica del Estado—y, después, en San Sebastián. Desde Burgos, Pablo Garnica encabezaría el Comité Nacional de la Banca Española, que agrupaba a las entidades de crédito privadas en su relación con el poder público.
Concluida la guerra y restaurada la unidad monetaria y de negocio, Banesto pasó a ser pieza esencial en el denominado statu quo bancario, o marco legal que garantizaba una estructura estable del sistema financiero español a cambio de severas cortapisas legales a las entidades de crédito—en la apertura de sucursales, operaciones societarias o constitución de nuevas sociedades, por ejemplo—y su supeditación a los intereses y política económica del nuevo Estado Nacional. Gracias a ello, Banesto consolidó su posición como uno de los Cinco Grandes bancos españoles, que posteriormente se convertirían en Siete con la incorporación del Banco Popular y el Santander. En consonancia con el programa de industrialización promovido y tutelado por el Estado desde los principios del intervencionismo, el nacionalismo económico y la autarquía—al menos hasta el año 1959, cuando se implemente el Plan de Estabilización—Banesto fortaleció considerablemente su cartera de participaciones industriales, al tiempo que crecían sus recursos tanto propios como ajenos como resultado de las distintas ampliaciones de capital, por un lado, y la apertura de nuevas sucursales e incorporación de otras entidades—como la adquisición de la S.A Arnús-Garí en 1942 o la toma de control del Banco de Vitoria en 1955 —por otro.
Al finalizar la presidencia de Pablo Garnica en 1959 el balance no podía presentar mayor brillantez: el Banco Español de Crédito ocupaba el primer puesto en la dotación de recursos propios y ajenos, así como en el número de sucursales, convirtiéndose en la entidad líder del sistema bancario español.
Para saber más:
BANCO ESPAÑOL DE CRÉDITO (1952): Bodas de Oro. Madrid.
GARCÍA RUIZ, José Luis (2003): “La etapa francesa de un gran banco español: Banesto, 1902-1927”. Ponencia presentada al VIII Congreso de Historia Económica, Santiago de Compostela, 13-16 de septiembre.
GARCÍA RUIZ, José Luis (2007): “Nacionalizando el capital bancario: Banesto y Paribas (1902-1927)”, en Investigaciones de Historia Económica, 9, pp. 79-108.