Los primeros intentos por constituir un banco en Santander datan de 1843 y posteriormente, en 1854, Antonio Gutiérrez Solana, Juan Antonio Casares y el Barón de Atzaneta solicitan autorización para crear un establecimiento de emisión y descuento en la capital cántabra. Sin embargo, no sería hasta la aprobación de la nueva ley de bancos el 28 de Enero de 1856 cuando se sienten las bases legales para la constitución de bancos y sociedades de crédito. A partir de este momento, la administración hubo de decidir sobre la concesión para el nuevo establecimiento entre tres peticiones formuladas, una vez que el Banco de España renunció a abrir sucursal en Santander: la primera fue la encabezada por Gutiérrez Solana, que resultó rechazada por defectos de forma, al haberse presentado antes de la promulgación de la ley de bancos; la segunda solicitud provenía del Crédito Mobiliario Español, sociedad de capital francés dirigida por los hermanos Péreire que trató de establecer bancos de emisión en Santander, Bilbao, Valencia, Sevilla y otras capitales de provincia españolas, pero que hubo de abandonar ante la posición adversa de la opinión pública. En definitiva, la única petición con posibilidades resultó ser la presentada por un amplio grupo conformado por los más importantes comerciantes de la ciudad, que por Real Decreto de 15 de Mayo de 1857 recibían autorización en las personas de Gerónimo Roiz de la Parra, Juan de Abarca, Antonio Labat, Bonifacio Ferrer de la Vega, Antonio López-Doriga y Agustín G. Gutiérrez para la instalar un banco de emisión y descuento en Santander con un capital de 5 millones de reales representados por 2.500 acciones de 2.000 reales cada una.
El 20 de Agosto el establecimiento abría sus puertas en los bajos del antiguo Palacio de Pombo, con acceso principal por la calle del Martillo. El primer consejo de administración estuvo compuesto por Juan de Abarca, Domingo Díaz Bustamante, Gerónimo Roiz de la Parra, Luis Gallo, José María Aguirre, Juan Pombo, Aureliano de la Pedraja, Antonio Labat, Antonio Cortiguera, Agustín González Gordón, José Felipe Alvear y Bonifacio Ferrer de la Vega. Antonio del Diestro fue nombrado secretario y José Antonio Cedrún se convirtió en el primer director gerente de la entidad. Higinio Polanco resultó designado comisario regio, figura similar a un interventor del gobierno sobre los bancos de emisión provinciales. La plantilla del establecimiento estaba compuesta por trece personas.
Constituido como instrumento financiero para facilitar el comercio portuario con los territorios ultramarinos que representaba la base de la economía local, el Banco de Santander tuvo una primera etapa floreciente que abarcaría desde su fundación hasta 1863. Centrado fundamentalmente en una política comercial, financiando el capital circulante de las sociedades mercantiles a través de préstamos y descuentos, el banco logra un incremento de sus activos del 115% entre 1857 y 1860. Este último año el capital social es ampliado hasta completar los 7 millones de reales. Entre 1860 y 1863 la tasa de crecimiento se reduciría apreciablemente.
El período 1863-1868 coincide con un momento de crisis comercial, ferroviaria y financiera que arroja a la quiebra a gran parte de las entidades de crédito del país, entre ellas a las dos santanderinas Crédito Cántabro y Unión Mercantil, embarcadas en la financiación a largo plazo del ferrocarril de Alar del Rey a Santander y en diversas obras públicas. Sin embargo, el Banco de Santander alcanza el “milagro financiero” de la supervivencia en condiciones sumamente adversas, a través de una política de prudencia que caracterizará su trayectoria: aumento de las partidas de valores en depósito en detrimento de los préstamos, que pierden peso en el activo total; una política de altos tipos de interés y de reducción de la oferta monetaria, especialmente en lo que se refiere a la circulación fiduciaria, permitieron al banco emisor salir más que airoso de una coyuntura de crisis generalizada. Desde 1862 se situaría en la gerencia de la entidad Antonio del Diestro, abogado que lo dirigiría con mano hábil hasta su muerte en 1896.
A partir de 1868 la situación es de clara recuperación, en el marco de la revolución que arroja de España a Isabel II; vencido el miedo a una crisis de liquidez, disminuye el encaje metálico, aumenta el dinero neto y la circulación fiduciaria, descienden los tipos de interés (del 10% al 4,5%) y la actividad en cartera aumenta de forma notable. La crisis de la última guerra carlista (1872-1876), que castiga a las provincias vascas, hace fluir el dinero hacia Santander, creando una pequeña “edad de oro”, tan efímera como artificial, que concluye con la paz y el decreto Echegaray de 19 de Marzo de 1874 sobre la concesión del monopolio de emisión al Banco de España. Rechazando el Banco de Santander la fusión con éste último, ve retirada su capacidad emisora y es obligado a reconstituirse el 14 de Enero de 1875 como sociedad anónima de crédito, conservando los mismos activos y accionariado. La apertura de una sucursal por el Banco de España en Santander ese mismo año introdujo un elemento de competencia más formal que real, en tanto las dos entidades locales mantuvieron cifras de negocio bastante equilibradas, salvo situaciones excepcionales.